Cuando mis hijos eran chiquitos, siempre me importó que tuvieran amigos, porque para mi la amistad es importante, tal vez por que soy hija única, mis amigas son como si fueran hermanas. A medida que mis peques crecían fui viendo las grandes dificultades de Lucas y pensé que nunca iba a poder entablar lazos de amistad, tal vez porque nosotros relacionamos mucho la amistad con la palabra, con el sentarnos a contarnos historias, reírnos de forma compinche solo de mirarnos por saber que pensamos lo mismo.
Durante este año Lucas está concurriendo a Sábados Recreativos con jóvenes con su misma condición y de edades similares, disfrutan tiempo juntos, juegan, comen, escuchan música, pasan un tiempo distendido. Eso hizo que yo volviera a pensar en lo que es la amistad y su valor; y buscando el significado descubrí que nada tiene que ver con el lenguaje, ya que es una relación afectiva que se establece entre 2 personas, que se asocia a valores fundamentales como son el cariño, la lealtad, la solidaridad, la incondicionalidad, la sinceridad, que se da por el trato frecuente.
Y entonces comencé a ver como eran las relaciones que tenía Lu con sus compañeros y entendí, para mi alegría, que él también tenía amigos, personas con las que pudo entablar lazos fuertes de afecto, la única diferencia con los demás es que en este caso, nosotros debemos apoyar estas relaciones, darles lugar, incentivarlas. Tal vez Lu no pueda decír quiero ir con Kiki, Rami, Dante, Manu, pero si lo dice su rostro cada sábado cuando llegan las 3, horario en que debe salir de casa para encontrarse con ellos.
El autismo no lo hace indiferente, no lo hace aislado, solo le da una forma distinta de expresar, y nosotros debemos reconocer esa forma distinta y escuchar su corazón.
Reconocer que la amistad no necesita de palabras, sino de sentimientos fuertes y genuinos, esos que ellos tienen entre sí. No importa cuan severa sea su condición, esos valores de los que habla la amistad están presentes, se sienten.
Patricia Orea