¡Hola! Somos Marina y Fabrizio…mi hijo. Hoy queremos contarles apenas una partecita de nuestra historia pero muy especial.
Todos los días visitamos una plaza que está muy cerca de casa, en Mendoza (Argentina). Esta plaza es un refugio para nuestro autismo. Nos alberga y nos sentimos ¡tan bien! Protegidos. Y cosas mágicas suceden en ella.
La Plaza del Área Fundacional justamente porque allí se originó la Fundación de nuestra Ciudad.
La misma tiene un museo subterráneo y está cargada de historias. Las palmeras bajas y altas adornan su paisaje y sus pérgolas con enredaderas la embellecen aun más; con fuentes de agua en sus 2 esquinas y una central que nadie puede dejar de mirar. Frente a una de sus esquinas yacen las ruinas de la Iglesia San Francisco y un mural de 10 x 6 mts hecho de mosaicos sobresalientes, cuentan la bella historia de nuestro Mendoza atravesada por esa lanza imponente.
Detrás del Museo, hacia la Costanera que bordea el sanjón que acarrea las aguas de nuestras montañas atravesando casi toda la ciudad, están las estatuas con formas de rostros llenos de anécdotas por contar.
Los pinos y árboles la embellecen y según la época del año la adornan con sus coloridos follajes.
Hay dos árboles muy especiales y únicos en su especie…Ginkgo Biloba, árbol sanador, de origen japonés, con muchísimas virtudes curativas, capaces de soportar cualquier tipo de acontecer climático. Pulmones de vida y salud, con la particularidad de sus hojas en forma de abanico sin nervaduras. Sin duda…únicos.
Y hasta un pequeño Jacarandá sembrado en memoria de dos niños allegados que perdieron su vida en un trágico accidente, así siempre estarán presentes.
Sus bancos blancos albergan a cuantos pasajeros de la vida, y las palomas, mis amigas, (que comencé a darles de comer para ver si a Fabri le llamaban la atención), encontraron en mí la confianza y en ella…su hogar.
Plaza sin juegos pero vislumbrante. Llegan cientos de turistas a conocerla y es escenario de fotógrafos y novias con sus vestidos blancos y las quinceañeras que posando, realzan aun más su belleza.
Aquí Fabri y yo hemos vivido muchos momentos, tristes al quedarnos solos canalizando el dolor de la aceptación, de ese proceso de duelo por aquella vida añorada y convirtiéndose la soledad nuevamente en nuestra compañía; y alegres al verlo caminar, andar en bicicleta, aplaudir viendo sus acequias que la rodean y Fabri se fascina viendo el agua correr y las hojas. Los semáforos que son su pasión lo entretienen y ¡cómo lo disfruta! Y la gente que lo ve al pasar se asombra viéndolo mover sus brazos y aplaudir, con sobresaltos de su cuerpo y gritos de alegría. El descubrimiento de una vida rica, bendecida, disfrutable y apasionante.
Mi hijo ya tiene 11 años. Alrededor de sus 3 años empezamos a recorrer el camino del autismo, antes también pero, yo no supe darme cuenta.
Nunca usó el triciclo pero a los 6 años aprendió a andar en bici. Se convirtió en su transporte favorito. Los primeros 4 años fueron siempre con rueditas y sin ppder dar la vuelta al pedal. Entre terapias y escuela, el caminar y andar en bici fueron nuestras pasiones.
Recién a los 10 años pudo dar la vuelta al pedal y a comienzos del 2020 ¡dejar las rueditas!!!
Tantos pequeños grandes logros de los que la plaza fue nuestra cómplice.
Y un buen día, en esta cuarentena, que ya poca gente la visitaba y hasta 2 aguiluchos nos acompañaban (cosa inédita), Fabri desapareció por detrás del Museo. Esperé pero no aparecía. Fueron segundos eternos. Fui en mi bici a su búsqueda y no lo encontré. Y hasta lo empezamos a buscar con el placero. Mi corazón latía fuerte y ya estaba desesperada. En eso aparece como de la nada andando en bicicleta y mi alma volvió al cuerpo. Pero una sensación me invadió y era la firme idea de hacer todo lo posible para que esté solo. Para que sea independiente. Yo no voy a estar siempre para él. Y por lo contrario de tomar una actitud sobreprotectora, fue un “puntapié abrecaminos”.
Ese mismo día la luna y el sol eran nuestros espectadores. Esos días raros donde también se ve la luna de día.
Justo antes un ángel nos visitó. Un hombre se acercó, quería regalarle 2 globos a Fabri pero vino a mí a preguntarme primero. Le dije que no le gustan los globos pero que lo intentara. Fabri no los quizo, y le dije que igual nos los dejara, tal vez después los quería. Me miró, me sonrió y dijo: “creeme que sé muy bien todo lo que estás haciendo, ¡te felicito!” Volvió a sonreir sosteniendo su mirada, y se fue. Yo solo pude decirle ¡gracias!, mientras se alejaba…
Fue mágico y como una señal de que vamos por buen rumbo, sabiendo que lo importante es el camino, no si llegamos.
“Debemos aprender a ser el timón del barco del autismo y no, que él nos maneje a nosotros como a la deriva”.
Y todo toma otro sentido y te dejan de importar tantas cosas banales a las que antes le dabas relevancia.
No hay barreras, todo se puede. Solo hay que aprender a tener paciencia y continuar. Y que esté rodeado de amor es lo principal, así sus posibilidades se multiplican y pasan cosas maravillosas.
Y ¡allí vamos! Una vez más…a la plaza.
¿Qué nos deparará el destino el día de hoy?
Autora del Libro “Del Dolor a la Felicidad”
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