Mi nombre es Federico, tengo 28 años, soy de la ciudad de Tandil, provincia de Buenos Aires. No soy autista, mejor dicho, tengo autismo. Fui diagnosticado con TEA a los 19 años, luego de un proceso de evaluaciones que no arrojaban ningún resultado, cuando fui internado debido a un cuadro de anorexia. Día a día, voy aprendiendo a convivir con mi “identidad”, como a mi me gusta llamarlo, para alcanzar un mejor estilo de vida, no solo para mí, sino también para los que me acompañan en este camino.

En cada etapa de mi vida lo viví diferente, con avances, logros, retrocesos. Situaciones propias de cada edad. La contención familiar me ayudó, me acompañó y en la medida que voy creciendo, los desafíos son los mismos de cualquier muchacho de mi edad, pero la diferencia radica en que mis habilidades sociales son más limitantes. La sociedad suele acompañar, o en algunos casos no, según el conocimiento individual de cada persona. Por lo que celebro que en este mes de concientización, fundaciones y asociaciones como Brincar, ayuden a expandir el conocimiento sobre el autismo / TEA, y abran las puertas a una sociedad más inclusiva.

Podría destacar, que durante mi vida, siempre fui una “personita especial”. Durante mi escolaridad, la cuál no fue fácil, fui guiado por un sistema escolar que supo acompañarme e integrarme en la mejor medida posible. Siempre tuve problemas de integración con mis compañeros de clase sin reflejarse esa problemática en los procesos de aprendizaje. Sin embargo, destaco el esfuerzo de las excelentes maestras y profesoras con las cuáles me crucé en el camino, que supieron allanarme el camino hacia un moderado “éxito” a la hora de interactuar con mis pares. 

En el año 2008, comencé a cursar el antiguo polimodal en presencialidad nocturna, ya que no me veía socialmente motivado a seguir con mis estudios, y había abandonado mi inscripción a escuelas regulares durante el año anterior. Es así, que con 15 años, me vi sumergido en un ambiente de adultos, que iban desde chicos de 17 años hasta señores y señoras de 70 años de edad, encontrándome yo más seguro, confiado y contenido que en un ambiente de chicos de mi edad, atravesando la adolescencia, en la cuál, muchas veces se es cruel con o sin intención. 

Terminé el secundario en el año 2010, siendo escolta de la Bandera Nacional. Allí comenzaron mis planteos de tener que salir de un sistema educativo, obligatorio y contenedor hacia un futuro incierto tanto laboral como académico. Desde el siguiente año hasta no hace mucho, intenté estudiar mútiples carreras universitarias, aprobando ingresos y comenzando exitósamente a transcurrir los primeros pasos dentro de ese nuevo mundo educativo. Pese a haber logrado dar ingresos, algunas materias y parciales, siempre me topé en determinado momento con crisis de colapso mental y emocional viendose esto reflejado en no poder continuar y sostener dichas carreras debido a mi falta de constancia.

Debido a esa falta de constancia, dificultad a la hora de interactuar con otros en un ámbito profesional, sostener un horario fijo y una rutina volátil, encontré dificultades para ingresar en el marcado laboral que presenta la sociedad actual. Fue así, que, siendo un autodidácta del idioma inglés, pude explotarlo para hacer pequeños trabajos de traducción y conectarme con personas de otros países, con quienes me sigo escribiendo.

Entrado ya en los veinte, una tarde, sufrí de una crisis emocional debido a lo que yo percibía, eran pocas conexiones sociales, amigos y conocidos. Me sentía absolutamente solo y eso me dolía profundamente. Fue así como, con el apoyo de mi mamá, pude una tardecita, entablar una seria charla con el hijo de una de sus amigas, quien era la única conexión de mi edad que yo tenía en el momento. Así fue, como gracias a Francisco Rodríguez, pude comenzar a tender redes sociales.

De esta manera, Fran, rápidamente se puso en acción y me presentó e integró a un gran abanico de personas de mi edad, más jóvenes y más grandes. Conocí a Fede y a Julia, quienes habían sido compañeros de clase de Fran y entablamos una hermosa amistad que mantenemos al día de hoy. Luego, por medio del fútbol, conocí a Segundo, Fede (otro Fede), y a Santiago, siendo esos, mis primeros pasos hacia una afable socialización.

Poco después, un intranquilo Fran, me propuso ingresar al Rotaract Club Tandil, un grupo juvenil perteneciente al Club Rotary formado por Euge Rubiales (entonces Presidenta del Club), Uchi, Mili Holzman, Pili Bianco, Flor Méndez, Coti, Rocío Barreiro, Facu Juárez, Lu Goldchluk, Cande, Manu Briano, Nina, Pao, Alejo, Rodri, Lautaro, entre otros, quienes me recibieron de brazos abiertos y me integraron como nadie había hecho hasta entonces, siendo éste el primer grupo de pertenencia que tuve. Me integraron no sólo físicamente sino que también lo hicieron en sus actividades formales y recreativas, lo que me hizo sentir que tocaba el cielo con las manos. El Club sigue recibiendo jóvenes y cáda vez que me sumo a sus actividades me siento como en familia.

Otra crisis que tuve en esta juventud que aún atravieso, fue mi identidad sexual, que siempre fue un gran tabú propio y que me acarreó grandes días y noches de sufrimiento interno. Fue con todos los que nombré con anterioridad, que pude expresarme abiertamente gay en sociedad, por primera vez. Al contrario de lo que yo imaginaba, alimentado por ese estúpido tabú, recibí muestras de apoyo y amor. Mi familia también supo aceptarme y apoyarme incondicionalmente. Puedo decir, que esa aceptación fue secundaria a la del diagnóstico del autismo, pero que representó una marca imborrable en mi corta vida.

Por último, también destaco al sistema de salud mental de Tandil, con pocas excepciones, que supo brindarme apoyo en momentos de crisis donde la identidad de autismo, ya que no me gusta referirme a la misma como un trastorno, me había sobrepasado. Fueron elementales el apoyo de mi mamá, que siempre estuvo a mi lado desde su divorcio, y el de mi hermano, quien hoy tiene 35 años y tiene su vida y sin embargo me sigue apoyando al igual que mi abuela materna quien con sus achaques de 80 años trata de comprenderme en todo los ámbitos de la vida.

Podría concluír esto, que por todo lo mencionado, soy un agradecido de la vida y de las personas que la misma me puso en mi camino. Sé que hay muchas madres y muchos padres que recién están comenzando el proceso de tener a un hijo o una hija con autismo. De mi poca experiencia personal, podría decir que los aliento a mantener la motivación social, académica y personal en todo momento, para así promover un desarrollo pleno de los niños y las niñas en quienes veo un reflejo de las cosas que atravesé y que de ninguna manera quiero que esos chiquitos y chiquitas, tengan que atravesar en sus vidas.

En este mes de concientización, es que sigo ampliando mi mundo personal y puedo decir que hoy soy alguien feliz.

Espero que de una u otra manera, mi historia les haya servido como un espejo a lo que NO tiene por qué avecinarse en las vidas de aquellos, que como recién mencioné, están comenzando a transitar este dificultoso pero desafiante y, a veces, hermoso proceso.

Los abrazo a todos y a todas con mucho amor.

Fede