¿Cuántas veces en nuestra práctica como pediatras nos hemos despedido de un paciente con esa extraña sensación de que se nos escapó algo que no pudimos identificar, que no tuvimos la valentía de hacerle frente? ¿Cuántos datos sueltos que no logramos conectar?
Ha pasado mucho tiempo desde que los abordajes sesgados y los conocimientos insuficientes ponían al pediatra en la incómoda situación de postergar decisiones o prolongar los períodos diagnósticos en los pacientes a los que no podíamos “clasificar”.
Sin embargo todavía tardamos en dar respuestas oportunas.
El pediatra de a pie, el clínico de cabecera, como siempre, es el que está primero en la línea de “combate”. O de defensa.
Luego de los padres, somos los dueños de la primera sospecha, de la intuición, un diamante en bruto que debemos aprender a limar ayudados por herramientas sistemáticas que nos pongan a salvo de exageraciones. Como siempre, arte y ciencia dándole valor al vínculo médico paciente.
Somos los que escuchamos sin ser psicólogos, los que evaluamos mes a mes los jalones sin ser neurólogos, quienes observamos el entorno, la familia y el ecosistema sin ser sociólogos. Somos pediatras. Y eso es un gran compromiso.
Aprendemos desde el primer día que observar si un niño hace contacto visual y se relaciona con otros es importante, que siempre un diagnóstico precoz y una intervención oportuna mejoran el pronóstico. Pero que ironía, si de habilidades comunicativas, de palabras y de miradas se trata, ¿qué es lo que nosotros no sabemos cómo mirar?
¿Cuáles son las excusas que nos ponemos cuando los propios padres nos están dando las pistas correctas?
“…Que no habla porque todavía es chiquito, que es muy caprichoso, que es muy “mamero”, que tiene sueño, que es un poco vago, que es porta así sólo en el consultorio, que justo esta es la hora de la siesta, que no todos los chicos hablan a la misma edad, que es un chico muy “independiente”, que es así porque lo cría la abuela, lo malcría la empleada o que la madre es muy distante…” !! ¿Quién no cayó en alguna de estas trampas?
Tuve la oportunidad de conocer muchas razones que ayudan a postergar la decisión de consultar con otro colega.
Es útil hablar con otro pediatra, confrontar nuestra opinión, escucharnos. Charlar el paciente en equipo, consultar con alguien que se dedique al neurodesarrollo, o con especialistas relacionados que tienen autoridad para abordar pacientes con TEA.
No postergar. Es lo importante. Siempre pienso que en una tarde de consultorio tenemos altas posibilidades de atender un paciente con dificultades en la comunicación. Inclusive, alguno ya conocido.
Y cada día me sorprendo de lo que podemos aprender. Hay tantas formas de estar en el mundo como personas existen!
En cierta ocasión atendí a una familia en la que varios integrantes tenían diagnóstico de TEA. Nunca me había ocurrido antes.
Me impactó la habilidad y la astucia de esa madre, quien supo de su condición cuando enfrentó al diagnóstico de TEA de sus propios hijos.
Me sorprendió escuchar sus relatos, cómo había encontrado las estrategias para confrontarse con los mil y un inconvenientes de la vida cotidiana que ni siquiera yo imaginaba. Todo aquello que no se escurre de los textos habituales estaba en sus palabras, en las anécdotas cotidianas. Y en sus recuerdos de la infancia. En los cuidados y sensibilidad de su propia madre que había hecho de ella una persona resiliente y maravillosa.
El encuentro con el paciente siempre puede ser milagroso y cada niño y su familia son maestros en sí mismos, una oportunidad permanente de aprender, ayudar y disfrutar de nuestra profesión.
Hacer un diagnóstico y derivación oportuna es el desafío de los pediatras. No podemos descargar esta responsabilidad en nadie más. Y debemos a prender a utilizar herramientas de despistaje oportuno para utilizar precoz y eficientemente los recursos de salud.
Tenemos miles de fuentes para consultar, equipos de padres dedicados a ayudar a otros, a difundir, a derribar prejuicios.
Familias que reclaman mejores respuestas de la sociedad, de la escuela, del sistema de salud público y privado. Del ámbito laboral.
De nosotros depende ser puentes de comunicación.
Dra Liliana Ortega
Jefa del Servicio de Pediatría
Instituto Argentino de Diagnóstico y Tratamiento
Foto: Pediatric Primary Care