Vas caminando pasitos adelante mío. Ya no más de la mano. Dejó de ser necesario.
Te frenas cada tanto y, en esos momentos, te saco un poco de ventaja. Sigo sin mirar atrás. Ya no es una obligación mirarte a cada paso del camino.
Te escucho con tus auriculares ruidosos y tus pasos torpes. Sé que eventualmente me vas a alcanzar o sino, cuando yo me frene, vas a apurar el paso porque sabes que te estoy esperando.
No importa como transitemos cada cuadra, siempre hay una constante y es que, al llegar a la esquina, nos vamos a esperar. Yo, con impaciencia, extendiéndote una mano. Vos, sonriente, buscando mi mano.
Y es esa sonrisa que tenes en los semáforos. Los abrazos que me das mientras esperamos que cambie de verde a rojo. La atención que me prestas mientras te hablo en cada espera…
Esas son las cosas que al final del día vuelven todo fácil.
Y hoy que me pidieron que hable de vos, veo en nuestra caminata de fin de semana un fiel reflejo de lo que han sido nuestros veinte años de vida juntos.
Desde que tengo memoria, sos mi hermano. No tengo recuerdos en los que no estés presente. No hay jugar a disfrazarse sin ponerte un tutu a vos también. No hay estudiar para un examen sin que me pidas que te lea lo que sea que esté estudiando. No hay una juntada con amigas en casa en la que vos no te hayas sentado a la mesa.
Si hago memoria puedo ver, casi como si fuese una película, como crecimos en este largo camino. Como pasamos de ser esos nenes chiquitos dando vueltas hasta marearnos en el comedor a los casi adultos que somos hoy. Lo más independientes posible, lo más felices posible.
Y, aunque a simple vista nuestros caminos no parezcan parecidos, puedo asegurar que nos mueve lo mismo: las ganas de superarnos a nosotros mismos, de hacer eso que nos gusta, de crear espacios propios, de rodearnos de gente que valga la pena.
Quizás ya no vamos tan a la par, quizás hay días enteros que pasamos sin vernos, quizás hay momentos en los que no te tengo paciencia.
Pero siempre lo que más espero es verte. Esos momentos en que me puedo tirar con vos en la cama a hacer nada, en los que podemos bailar en el comedor o salir a caminar.
Y todos esos momentos tienen en común tu risa contagiosa, tus ganas incansables de jugar, tu predisposición a acompañarnos en lo que hagamos…
Esas son las cosas que vuelven este largo e incierto camino, más fácil.
ALEJANDRA NOCYZE- Hermana de un Lucas un joven con autismo