En 1998 Wakefield publicó un trabajo en el que vinculaba al autismo con las vacunas: una absorción excesiva de neuropéptidos tóxicos con capacidad opiácea podría alterar las funciones cerebrales en desarrollo. Hoy sabemos que las vacunas NO causan autismo. ¿Cómo funciona el sistema inmune? ¿Son todas las vacunas iguales? ¿Si mi hijo no recibe las vacunas, pongo en riesgo a alguien más? ¿Qué es la inmunidad de grupo? ¿Cuando existe la indicación de no vacunar y por qué?

Se apoyó en el respaldo de la silla, lo miró y le dijo: “esperá, déjame disfrutar de esta espirometría”. Tomás se quedó quieto, expectante, sin entender la expresión del neumonólogo, y antes de que yo pudiera hablar, siguió: “pasó de un 50% de capacidad pulmonar a casi 90%, suspendemos la endoscopia”. Salimos de esa consulta aliviados y aunque nos advirtió que podía ser algo aislado, festejamos. Dos días después, Tomás ya estaba con otra enfermedad respiratoria.

Tomás tiene 11 años y ha estado demasiadas veces internado. Sin importar qué tratamiento preventivo usáramos, qué dieta hiciera ni qué medidas para disminuir las frecuencias de las crisis asmáticas tomáramos, cada dos por tres debíamos salir corriendo a un hospital. Ahora sabemos que tanto Tomás como su hermano menor, tienen una inmunodeficiencia primaria que afecta la primer barrera ante virus y bacterias; y, la respuesta a las vacunas. 

Algo sobre el sistema inmune. Los linfocitos B son responsables de la respuesta humoral, son los que producen anticuerpos específicos y generan células de memoria para que el sistema inmunológico sea más eficaz. En general, son los que responden ante infecciones bacterianas. Los linfocitos T (maduran en el timo) son los mediadores de la inmunidad celular: destruyen las células infectadas y activan otras células del sistema inmune al liberar citoquinas. También hay linfocitos T de memoria, que son los que responden a nuevas infecciones por el mismo microorganismo. Las células NK forman parte de la defensa innata, son inespecíficas y actúan destruyendo las células infectadas o tumorales. En general son las que atacan a los virus.

Ahora hablemos un poco sobre las vacunas. No son todas iguales. Las vacunas atenuadas están compuestas por microorganismos vivos que han sido manipulados para que pierdan su virulencia, pero conserven la inmunogenicidad. Las vacunas atenuadas al contener organismos que siguen multiplicándose, poseen una alta capacidad de producir una respuesta inmune adecuada. En general se dan en una única dosis y cuando se repiten es para disminuir la probabilidad de fallo vacunal y no para reactivar la respuesta inmunitaria. Este tipo de vacuna puede estar contraindicada en personas con inmunodeficiencias. Las vacunas inactivadas son las que contienen microorganismos muertos o productos derivados de ellos, como toxinas modificadas, componentes capsulares o proteínas, sin capacidad patógena. La respuesta inmune no es tan intensa y duradera como con las otras vacunas, y por eso suelen necesitarse refuerzos. Existen también las vacunas recombinantes y las vacunas conjugadas.

¿Qué es la inmunidad de grupo? Las vacunas no solo protegen a quienes la reciben, sino que además generan lo que se conoce como inmunidad de grupo. Esto quiere decir, que indirectamente, protegen también a quienes por alguna razón no recibieron las vacunas o tuvieron una pobre respuesta a las mismas. La eficacia de esto depende de la proporción de individuos vacunados. Cuando la tasa de vacunación es lo suficientemente alta, se pueden erradicar enfermedades. Es decir, niños como Tomás se benefician de la inmunidad de grupo. Niños con inmunodeficiencias más severas, necesitan esta inmunidad para sobrevivir. Piensen, que no solo es no tener los anticuerpos, es que, en caso de contagio, tienen una defensa mucho menor que cualquier otra persona. Las vacunas salvan vidas.

Llegamos al autismo. Tomás tenía menos de dos años cuando le diagnosticaron autismo. No hubo nada que nos hiciera sospechar de una conexión entre TEA y vacunas. Sin embargo, he leído a padres decir que a raíz de una vacuna sus hijos cambiaron. Creo que todos hemos escuchado muchas experiencias, entre las que encontramos niños que tuvieron una regresión después de una mudanza, una separación e infinitas otras situaciones. Tal vez, se tomen esas situaciones como desencadenantes de algo que iba a pasar de cualquier manera, pero nadie lo toma como causa. Es que estamos muy seguros de que, por ejemplo, una mudanza no causa autismo aunque los síntomas aparezcan inmediatamente después. Sin embargo, cuando hablamos de vacunas, hay un miedo ya instaurado que nos puede hacer pensar que esa coincidencia en tiempo sea evidencia de causalidad.

En 1998 Wakefield publicó un trabajo en el que vinculaba al autismo con las vacunas: una absorción excesiva de neuropéptidos tóxicos con capacidad opiácea podría alterar las funciones cerebrales en desarrollo. Esta investigación se basó en tan solo 12 niños, 9 de ellos con TEA que tenían diarrea crónica y dolor abdominal pero no hubo grupo control que permitiera distinguir entre una causa y una coincidencia. Además, los síntomas gastrointestinales de varios de los niños no precedieron al autismo, lo que iría en contra de la hipótesis. Esta publicación generó una gran polémica y las tasas de vacunación disminuyeron significativamente. Con el tiempo, se conocieron los aspectos poco éticos de esa investigación que terminó con Wakefield admitiendo que no había tal relación y perdiendo su licencia. Otra teoría apuntaba al timerosal, que se eliminó de forma preventiva de las vacunas. Inmediatamente, tras el miedo instaurado por Wakefield, se relacionó con el autismo, aunque los síntomas de intoxicación por mercurio son claramente distintos. Además, se comprobó luego que las vacunas con timerosal no provocaban ni el menor signo de intoxicación por mercurio. La tercera teoría se basa en la hipótesis de que la aplicación de múltiples vacunas sobrecarga o debilita al sistema inmunológico, cosa que se sabe que no es cierta.

Quienes insisten en que hay una relación entre autismo y vacunas solo pueden hacer referencia a la coincidencia en tiempo. Hay muchas investigaciones, tanto epidemiológicas como biológicas, que confirman que no hay relación ni ninguna asociación entre las vacunas y el autismo. Se sabe con certeza que las vacunas no causan autismo.

¿Entonces, vacunamos siempre a todos y de la misma manera? Si bien hay leyes que obligan a vacunar a la población en general, cuando se trata de grupos vulnerables, es algo que cada médico evalúa según las características de su paciente. Una persona con una inmunodeficiencia primaria severa, o que está inmunodeprimida por algún tratamiento, probablemente no reciba vacunas atenuadas. Un niño que tiene alergia a uno de los componentes de alguna vacuna, con riesgo de anafilaxis, puede necesitar un tratamiento previo o puede retrasarse la vacunación. En general, se trata de vacunar a todos, y se aconseja que se informe en caso de una reacción severa a alguna vacuna.

¿Qué le digo a una familia que asegura que el autismo de su hijo fue provocado por una vacuna? Creo que vale aclarar que una coincidencia en el tiempo es solo eso, coincidencia. Todavía se desconocen las causas del autismo, pero respaldados por amplia evidencia científica, tenemos la certeza de que las vacunas no lo provocan.

Sin embargo, como madre entiendo que la ciencia no siempre tiene la respuesta y, sobre todo, que nuestra experiencia probablemente no esté plasmada en una publicación. Es que aun teniendo una forma de ver las cosas desde la lógica más que desde lo emocional, y dedicándome yo a la investigación, más de una vez he dejado de lado la ciencia para hacer hasta las cosas más absurdas -no peligrosas- en un intento por ayudar a mis hijos. Muchas veces acompañada o alentada por sus propios médicos: “probemos”, “descartemos”, “vigilemos”. Pero siempre han sido decisiones pensadas entre distintos especialistas, consultadas, y nunca nada que pudiera ponerlo en riesgo. No vacunar sin una causa justificada, es un acto egoísta que pone en riesgo a todos.

Entonces, lo único que puedo decirles, es que antes de pensar en no vacunar, se informen, hablen con los médicos de sus hijos, sepan que el no poner una vacuna, hace que disminuya la inmunidad de grupo, que a medida que la cantidad de personas sin vacunas aumentan, la propagación de la enfermedad es más rápida. Acuérdense de ese grupo de personas vulnerables que dependen de esa inmunidad. Tengan en cuenta que las vacunas no causan autismo, no se dejen engañar, ni por terceros ni por sus propios miedos. Si no hay una justificación médica comprobada, respeten los calendarios de vacunación. No pongan en riesgo la vida de sus hijos, y por favor no pongan en riesgo la vida de mis hijos.

Marina Gotelli