Aunque cada vez se conoce más acerca de los Trastornos de Espectro Autista (TEA) los mecanismos causales siguen siendo una incógnita. Los tratamientos psicofarmacológicos pueden mejorar los síntomas y el funcionamiento entre los pacientes que tienen TEA, especialmente cuando la constelación de síntomas del paciente se corresponde con los agentes que puedan mejorar dicha sintomatología. El examen de la relación riesgo-beneficio sigue siendo una prioridad en este la población, teniendo en cuenta un mayor riesgo de convulsiones y otros efectos adversos. Además, la sensibilidad de los pacientes con TEA requiere una cuidadosa iniciación, valoración y seguimiento de cualquier régimen de psicofármacos.
Prácticamente toda la medicación psicotrópica disponible se ha examinado en pacientes con TEA. Aunque ninguno de los agentes psicotrópicos trata al TEA, estos agentes se han utilizado para tratar síntomas prominentes como la agresión y autoagresión, los comportamientos repetitivos, la hiperactividad y problemas de estado de ánimo, de ansiedad y trastornos del sueño.
Las anomalías en los sistemas serotoninérgicos y dopaminérgicos han sido descritas en el autismo y la risperidona y los otros antipsicóticos relacionados unen eficazmente estos sistemas de neurotransmisores de manera interesante. Varios informes de casos describen el potencial beneficio de la risperidona en pacientes con autismo.
Las preocupaciones sobre los efectos secundarios son particularmente importantes en el tratamiento farmacológico del trastorno de conducta en el autismo debido a la cronicidad potencial de la exposición a la medicación.
El tratamiento farmacológico de los pacientes con TEA todavía se basa en una cuidadosa detección de los síntomas más limitantes para el paciente y con mayor probabilidad de responder a los agentes existentes. En este punto, los antidepresivos (los ISRS y los antidepresivos atípicos como la venlafaxina o mirtazapina) parecen ser más útiles para los pacientes que tienen síntomas de ansiedad, conductas repetitivas como se ve en pacientes que tienen obsesiones o compulsiones, y tal vez evitación social. Los neurolépticos parecen ser más útiles para la irritabilidad, la hiperactividad y la agresión. Los antagonistas NMDA como la memantina y amantadina pueden ser útiles en algunos casos de aislamiento social, hiperactividad, y el discurso inapropiado, y d-cicloserina, un agonista parcial de NMDA, muestra un potencial para mejorar la capacidad de respuesta social. Los agentes opioidérgicos pueden tener un papel en lo comportamientos autoagresivos, pero la investigación ha resaltado los problemas del tratamiento de una conducta tan compleja y heterogénea con un solo agente. Los fármacos colinérgicos pueden surgir como una alternativa al tratamiento de los pacientes que tienen mucha irritabilidad. Los medicamentos estimulantes pueden mejorar la falta de atención y síntomas de hiperactividad en los pacientes con TEA, aunque con dosis más bajas y con una cuidadosa monitorización. Los estabilizadores del humor se están investigando también.
Independientemente del agente seleccionado, los pacientes con TEA a menudo no pueden directamente colaborar e invertir en el proceso de la farmacoterapia. De hecho, el tomar la píldora o el sabor de las formulaciones líquidas limita la farmacoterapia en muchos pacientes con TEA. Se han reportado efectivos los tratamientos conductuales para aceptar tragar la pastilla, pero los médicos deben preguntar qué estrategias utilizan las familias para la administración de medicamentos, tanto para compartir las ideas con otros como para asegurar que el medicamento sea administrado de forma segura y fiable.
Trabajo Original enviado por Dra. Alexia Rattazzi
Foto: Jorge Miente via Compfight